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Así fue nuestra experiencia en un rocódromo de Tokio, Japón

Aprovechando un viaje a Tokio no dejé escapar la oportunidad de visitar alguno de los muchos rocódromos que alberga la capital japonesa. Sin duda alguna Japón es ahora mismo el país que mayor cantidad de jóvenes valores está potenciando en la modalidad de escalada en bloque, así que nada mejor que poder respirar algo de la pasión que se vive ahora mismo por el Boulder en su capital.

Por proximidad con la zona en la que nos alojábamos opté por visitar el Climbing Gym Gravity Research Ginza. Este centro de búlder se encuentra situado a apenas tres minutos de la estación de metro de Ginza y forma parte de la cadena de rocódromos Climbing Gym Gravity Research, con varias salas ubicadas a lo largo y ancho del territorio japonés.

Una de las primeras cosas que me llamó la atención es que la sala está en una sexta planta de un edificio, algo a lo que estamos poco habituados en España. En la línea con el trato general que brindan los japoneses, en la entrada nos atendieron con mucha amabilidad y predisposición a ayudar, a pesar de la dificultad del idioma (sin contar yo con un inglés fluido, a base de gestos y buena voluntad se entiende la gente). 

En total pagamos unos 20 euros por entrar contando el alquiler de pies de gato y magnesiera. Si lo comparamos con el coste medio de una entrada de día en un rocódromo de España nos parecerá algo caro, pero debemos tener en cuenta que no es algo que incumbe solo al rocódromo sino que se aplica a los precios de todos los productos y servicios de Tokio.

Al entrar se dejan los zapatos de calle en una estantería que hay justo en la entrada y para dejar el resto de objetos que tengas hay unas taquillas que funcionan con una contraseña de libre elección. También dispones de dos cuartitos en el caso de que necesites cambiarte.

Una vez has dejado todas tus pertenencias te dan los pies de gato (por cierto, bastante limpios, algo que siempre agradecemos cuando visitamos un rocódromo) y la magnesiera.

La decoración del local llamaba la atención en tanto todo lo que veías a tu alrededor estaba decorado con ambiente de escalada, ya que hasta los lapiceros que había en las mesas eran presas.

Una vez te adentras en la sala de búlder te das cuenta de que a pesar de tratarse de un rocódromo de pequeñas dimensiones, las imágenes que hay de él son bastante engañosas, pues parece más pequeño de lo que en realidad es. Para el espacio que tiene, está muy bien aprovechado, y como ya hemos remarcado antes con los pies de gato, la sala también estaba muy limpia. Lo valoramos no solo por una cuestión de higiene, sino también porque las presas mantienen una mejor adherencia.

 

El ambiente cooperativo en la sala fue de lo más destacado.

Todo el espacio se distribuye en una sola sala de techos bajos (perfecto para los que sufren en las alturas) y con paredes con una completa variedad de desplomes. Al fondo de la misma sala hay también una especie de pasillo con más vías en una pared totalmente vertical.

Como podéis ver en la imagen, distribuyen las dificultades en un total de nueve niveles con sus correspondientes colores. En cada uno se presenta la equivalencia aproximada con la escala V y la escala de Fontainebleu. 

 

Grados de dificultad de la sala de búlder

Acostumbrada a la tendencia que están siguiendo la mayor parte de rocódromos con la separación de unos problemas sobre otros, en el caso de este y otros rocódromos de Tokio la tendencia es la de rellenar la mayor cantidad de espacio con presas, mezclando multitud de problemas unos con otros. Por falta de costumbre me resultaba algo más difícil encontrar la presa adecuada en cada problema, pero en realidad una de las ventajas de esta distribución más tradicional es que le dota de mayor realismo si tienes interés en prepararte para el boulder en roca. En este caso resulta más bien una cuestión de gustos.

 

A simple vista podemos ver la cantidad de problemas marcados en un espacio tan pequeño.

Algo que venía muy bien para descansar eran una especie de asientos que encontrábamos dentro de la misma colchoneta, algo que se agradece cuando una sala está algo saturada de gente y no sabes donde colocarte sin molestar a nadie. La música que ponían era toda muy al estilo Linkin Park (recordemos que precisamente uno de los países donde esta banda goza de mayor prestigio es Japón, quizá por las raíces orientales de Mike Shinoda, uno de los miembros del grupo) por lo que es el lugar ideal para los nostálgicos del nu-metal.

Una de las cosas que más nos gusta observar es el ambiente que se respira en cada rocódromo. En nuestro caso, ese día nos encontramos con un ambiente muy bueno y con bastante compañerismo entre todos los presentes. A pesar de que éramos los únicos extranjeros de la sala nos sentimos como en casa a pesar del idioma, y intentamos resolver más de un problema con alguno de ellos. La cooperación de los habituales de una sala de búlder siempre suma.

Una vez terminamos nuestra sesión nos hicieron dejar los pies de gato en una cesta y la magnesiera en otra, y te prestan unos zapatos tipo cross para que te puedas lavar manos y pies en un pequeño aseo que nos encontraremos. 

 

Aseo para limpieza de pies y manos a la salida.

Una vez limpios, ya se puede entrar a por las pertenencias de la taquilla, dando por finalizada una jornada que esperamos volver a repetir algún día. Sin duda, una forma diferente de visitar un país.

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